Hermandad "El Baratillo"

Lectura del Evangelio: Miércoles III Semana de Pascua

FIESTA DE SANTA CATALINA DE SIENA (PATRONA DE EUROPA)

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (1,5-2,2):

Os anunciamos el mensaje que hemos oído a Jesucristo: Dios es luz sin tiniebla alguna. Si decimos que estamos unidos a él, mientras vivimos en las tinieblas, mentimos con palabras y obras. Pero, si vivimos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos unidos unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia los pecados. Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no somo sinceros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos mentiroso y no poseemos su palabra. Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.

Palabra de Dios

Salmo Sal 102,2.3-4.8.10

R/. Bendice, alma mía, al Señor.

Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. R/.

Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura. R/.

El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo. R/.

Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles; porque él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro. R/.

Pero la misericordia del Señor dura siempre, su justicia pasa de hijos a nietos, para los que guardan la alianza. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,25-30):

En aquel tiempo, exclamó Jesús: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera”.

Palabra del Señor

COMENTARIO

Celebramos en el día de hoy la Fiesta de Santa Catalina de Siena. Fue una santa que desde su infancia y juventud ya sentía un enorme amor por el Señor. Constantemente buscaba momentos para quedarse a solas con Él. Una experiencia importante en su vida constituyó la contemplación de la Pasión de Cristo. Tanto es así que recibió en su cuerpo las llagas del Señor, muriendo muy joven en Roma.

Dios es luz sin tiniebla alguna, dice hoy la primera lectura. Dios es luz y hace vivir en la luz a quienes le siguen y le dan el corazón. La gracia que Dios da ilumina, conforta, construye, etc. Quien conoce al Señor experimenta en su propia vida una luz enorme que tiene que ver con una claridad concreta y particular. La luz que Dios regala es la luz de saber lo que soy, lo que quiero hacer, lo que me ayuda a crecer y lo que me aparta del camino de la verdad y autenticidad que todos buscamos. La luz del Señor tiene que ver con la paz de sentirse hijo, de sentirse en el camino, de saber que la vida tiene un sentido y que lo tiene en la medida en que me dejo iluminar por el Señor que me creó para sí. La luz de saber que voy creciendo en solidez cuando me dejo hacer por un amor que he descubierto y del que me fio en totalidad. Todo esto transforma la vida, por eso, no podemos vivir en la luz si nuestros actos contradicen todo esto. Dios quiere hacernos luz y nosotros caminamos en tinieblas. Y dice el apóstol que no podemos decir que conocemos a Dios si vivimos en tinieblas. O no lo conocemos, o no nos importa lo suficiente.

De todas formas, el mismo apóstol sabe que podemos caer. En la misericordia, en el arrepentimiento, en el deseo de mejora está la puerta de nuestra salvación. Sólo cuando nos abrimos a la luz de la ternura de Dios, de su abrazo que repara y rehace, sólo cuando reconocemos que lejos del Señor no soy nadie, pero Él me sigue queriendo y me perdona, es cuando se fortalece nuestra opción por Él. Dios responde con amor porque no puede dejar de ser fiel a sí mismo y ser fiel con nosotros. Él siempre nos ama. Somos nosotros los que nos cerramos y caminamos a nuestro aire.

El Señor en el evangelio, da gracias al Padre ante la alegría que traen los discípulos después de estar anunciando el evangelio. Vienen contentos por todas las cosas que se han producido. Realmente ven la fuerza de la palabra de Dios, el eco que la gracia de Dios tiene en el corazón de quien les escucha y se ponga a tiro. Dios nos sorprende, nos sobrepasa y nos hace sentir muy pequeños cuando somos conscientes de que Él está actuando a través de nuestra pobreza. Por eso, Jesús da gracias al Padre, porque son los sencillos, los pobres, los que están recibiendo la mejor de las noticias. Ellos son la prioridad del anuncio del evangelio. Son los primeros para el Padre bueno. Los que no valen a los ojos del mundo, sin embargo, son los primeros para Dios y se sienten dichosos por ello. Los discípulos se alegran viendo cómo Dios entra en el corazón de quienes se abren con sinceridad al anuncio del evangelio y experimentan así que sus vidas tienen sentido y horizonte para seguir creyendo e ilusionarse con Quien, sin poder dar nada a cambio, ha apostado tanto por ellos y los ha llenado de vida.

Jesús es el descanso del hombre. Jesús se interesa por todos nosotros y está dispuesto a ayudarnos en la tarea de llevar hacia delante todo lo que tiene que ver con nuestra vida (“Venid a mí…”) El cansancio y el agobio son causados por buscar la paz y la alegría donde no se encuentran. Sólo Jesús alivia nuestro cansancio provocado por nuestro pecado, por nuestra mentira, por querer vivir lejos de lo que nos hace crecer. El peor cansancio es el provocado por no vivir en nuestra verdad. Muchas veces, sentimos vacíos profundos que no somos capaces de identificar bien. En ocasiones, parecen no tener causa conocida. Estos vacíos hablan de la necesidad de llenar de Dios nuestra vida. Nos cansa mucho y nos deja sin vida, vivir sin saber para qué, sin tener metas, sin saber que soy maravillosamente amado por Dios. El Señor te pide que te acerques a Él, que te dejes atrapar por Él y le pongas en tu vida.

Por eso, el yugo y la carga de Jesús no son pesados, todo lo contrario. La humildad y la sencillez nos hacen ponernos en nuestro sitio, en nuestro lugar. Sólo cuando reconozco y acepto que en Dios se halla mi fuerza y mi salvación, sólo cuando descubro que mi felicidad depende de hacer mía la forma de ser de Cristo, sólo cuando estoy dispuesto a dejar de lado lo que me esclaviza en mis deseos de ser de verdad, es cuando me libero del peso de la mentira y me doy cuenta de la luz, la alegría y la felicidad que Jesús trae a mi vida.

N.H. Rvdo. Sr. D. Andrés Ybarra Satrústegui

Director Espiritual

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