Lectura del Evangelio: Miércoles IV Semana de Pascua

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (12, 24-13.5):

En aquellos días, la palabra de Dios iba creciendo y se multiplicaba. Cuando cumplieron su servicio, Bernabé y Saulo se volvieron de Jerusalén, llevándose con ellos a Juan, por sobrenombre Marcos.

En la Iglesia que estaba en Antioquía había profetas y maestros: Bernabé, Simeón, llamado Níger; Lucio, el de Cirene; Manahén, hermano de leche del tetrarca Herodes, y Saulo.

Un día que estaban celebrando el culto al Señor y ayunaban, dijo el Espíritu Santo: "Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado". Entonces, después de ayunar y orar, les impusieron las manos y los enviaron. Con esta misión del Espíritu Santo, bajaron a Seleucia y de allí zarparon para Chipre.

Llegados a Salamina, anunciaron la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos.

Palabra de Dios

Salmo Sal 66,2-3.5.6.8

R/. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

Que Dios tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación. R/.

Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia, y gobiernas las naciones de la tierra. R/.

Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Que Dios nos bendiga; que le teman todos los confines de la tierra. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (12,44-50):

En aquel tiempo, Jesús gritó diciendo: "El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas. Al que oiga mis palabras y no las cumpla, yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo.

El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el Padre".

Palabra del Señor

Comentario

La ingente obra de la evangelización siempre tiene horizonte y camino porque es obra de Dios. De Dios y de aquellos que se dejan llevar por la fuerza de su Espíritu en su propia vida. Pablo y Bernabé, hemos visto en la primera lectura, han abandonado Antioquía y vuelven a Jerusalén. Allí, en medio de la comunidad, en un momento de oración y de disposición de escucha al Señor, reciben una llamada concreta. De nuevo el Señor toma la iniciativa para enviarles a otra misión que tiene que ver con la extensión de la Buena Noticia del Reino de Dios. Dios siempre es el que envía. La vida en el Espíritu nos ayuda a ver de forma clara la intervención de Dios en nuestra vida y a sentir fuertemente la iniciativa de Dios en nuestro corazón. Cuando interviene en nuestra vida siempre deja ilusión, esperanza, amor, deseos de seguirle y serle fiel.

El Espíritu Santo mora en nuestros corazones, por el sacramento del Bautismo. El mismo Espíritu nos inserta en la vida de Dios, que siempre es salida hacia fuera llevados por el amor a los hombres. Quien participa de la vida de Dios se hace partícipe también de este deseo de llevar la vida a los demás. La existencia de Pablo y Bernabé es una existencia entregada por completo a los deseos de Dios que habla a través de las mociones del Espíritu que sentimos en lo profundo de nosotros y que nos ponen siempre en los caminos de la evangelización, de la entrega de la vida por amor. Quien es de Dios, quien no entiende su vida sin Él, se hace siempre dócil a lo que venga de Él. Pablo y Bernabé emprenderán una aventura evangelizadora que dará un grandísimo fruto, y todo porque se dejaron hacer y conducir por Dios, descubriendo que todo aquello que viene de Él, si queremos y somos valientes para dejar que actúe, se realiza en nuestra vida y tiene como finalidad el bien de los demás.

Para esto es muy importante vivir en permanente comunión con Dios en Jesús a través del Espíritu. Esto es lo que vemos en el evangelio de hoy. Jesús no actúa sin el Padre. Jesús es la plena revelación del Padre y, por eso, no hace nada que Él no quiera. Sus palabras son las del Padre, sus obras son las del Padre, sus deseos son los del Padre. Y el Padre ama a los hombres, quiere su salvación y los mira con misericordia. Por eso, no ha venido a condenar sino a salvar; por eso, ha venido a este mundo como luz, porque Él es la luz. Sólo tenemos que verlo en lo que es nuestra vida cuando la vivimos, de verdad, cerca de Él. Nos sentimos libres, amados, alegres, generosos, valientes para afrontar miedos y diversas situaciones. Y sobre todo, encontramos en el amor la manera más auténtica de vivir nuestra vida. El que le sigue no camina en las tinieblas, porque Jesús es nuestra forma de caminar, de crecer, de ser, de vivir.

Es una llamada a vivir en comunión con Él, a querer configurar nuestra vida con Él. Ahí es donde se encuentra la luz para nosotros. Dios nos quiere felices y auténticos y, por eso, nos envía a su Hijo, para que sepamos quien es nuestro referente, quien nos hace ser de verdad. En su palabra, en la oportunidad que tenemos no sólo de oírla, sino también de vivirla, está nuestra oportunidad para descubrir la luz que es Jesús. Quien te ama nunca te dirá algo que no sea cierto o te haga mal. La palabra de Jesús es la palabra de quien te quiere de verdad y desea tu plenitud. Y ejemplo de que eso es así, lo tenemos a lo largo del evangelio y de la historia de la Iglesia. Quien se ha fiado del Señor ha encontrado la verdad de su existencia.

Por eso, quien no cumple la Palabra es el que se ha condenado, porque viendo cómo es cierto aquello que dice y viendo la transformación que opera en la vida de quien la hace suya, él mismo se cierra a su propia salvación. Dios siempre va a ser esa mano tendida que siempre esperará, pero también sabe y cuenta con que puede ser rechazado por sus propias criaturas. No será Dios quien condene, sino nuestro propio orgullo y autosuficiencia. Jesús nos trae y es la mayor apuesta de Dios por el hombre: la luz de la verdad, la vida en plenitud, la misericordia permanente. Acojámosle en nuestro corazón y llevémosle a todos los hombres como lo hacen Pablo y Bernabé.

N.H. Rvdo. Sr. D. Andrés Ybarra Satrústegui, Director Espiritual

Lecturas del IV Domingo de Pascua

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (2, 14a.36-41):

El día de Pentecostés Pedro, poniéndose en pie junto a los Once, levantó su voz y declaró: "Con toda seguridad conozca toda la casa de Israel que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías".

Al oír esto, se les traspasó el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: "¿Qué tenemos que hacer, hermanos?"

Pedro les contestó: "Convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús, el Mesías, para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos, y para los que están lejos, para cuantos llamare a sí el Señor Dios nuestro".

Con estas y otras muchas razones dio testimonio y los exhortaba diciendo: "Salvaos de esta generación perversa".

Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día fueron agregadas unas tres mil personas.

Palabra de Dios

Salmo Sal 22, 1-3a.3b-4.5.6

R/. El Señor es mi pastor, nada me falta

El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. R/.

Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. R/.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (2,20-25):

Queridos hermanos:

Que aguantéis cuando sufrís por hacer el bien, eso es una gracia de parte de Dios.

Pues para esto habéis sido llamados, porque también Cristo padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca. Él no devolvía el insulto cuando lo insultaban; sufriendo no profería amenazas; sino que se entregaba al que juzga rectamente. Él llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta el leño, para que, muertos a los pecados, vivamos para la justicia. Con sus heridas fuisteis curados. Pues andabais errantes como ovejas, pero ahora os habéis convertido al pastor y guardián de vuestras almas.

Palabra de Dios

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (10, 1-10):

En aquel tiempo, dijo Jesús:

"En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños".

Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:

"En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante".

Palabra del Señor

COMENTARIO

El IV Domingo de Pascua, domingo del Buen Pastor, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Por su importancia, os invito a acercaros a la Carta Pastoral que, con este motivo, ha escrito nuestro Arzobispo. Cada proyecto de Dios sobre cada uno de nosotros, es una invitación a sentirnos buenos pastores de los demás. Es una invitación a cuidar los unos de los otros. Y eso sólo puede significar, llevar a todos al aprisco del amor de Dios. Ese amor nos lo ha manifestado su Hijo Jesucristo, Puerta y Buen Pastor.

Jesús es la puerta de la felicidad, del sentido. Jesús es quien nos muestra el camino para que podamos experimentar el gozo de sentirnos ovejas acompañadas, sanadas, alimentadas por el Buen Pastor que ha venido a traernos la vida en abundancia. Recemos por las vocaciones, por todas y cada una de ellas. Cada una es necesaria para que el gran aprisco del Reino de Dios pueda crecer y, para ello, todos nosotros tenemos puesta una semilla en nuestro corazón que, alimentada con el agua de la Gracia y de nuestra repuesta a lo que Dios nos pide a cada uno desde la vocación recibida, va creciendo y haciendo posible un mundo nuevo. Todas las vocaciones son necesarias en la Iglesia. Pidamos por la fidelidad de cada uno de nosotros en la vivencia de nuestra vocación. De la fidelidad y la pasión con la que vivamos dependerá que otros se sientan llamados a hacerlo al descubrir en nuestra manera de vivir lo que su corazón le está pidiendo. Pedir por las vocaciones es pedir por la viveza de nuestra Iglesia, es pedir por la felicidad de todos aquellos que buscan autenticidad para su existencia y están llamados a encontrar el proyecto que Dios les regala para servir a los hombres y anunciar la Buena Noticia del Evangelio.

Pidamos de manera especial por las vocaciones sacerdotales. Siguen haciendo falta sacerdotes santos y entregados. Pidamos por nuestros seminaristas, por todos los sacerdotes. Y pidamos también por aquellos jóvenes que se plantean, en estos momentos en los profundo de su corazón, responder a la llamada que el Señor les está haciendo para que le sigan en el ministerio sacerdotal. Que todos sus interrogantes y resistencias sean vencidos por el convencimiento que da el saberse llamado por Dios a algo que, con mucho, supera lo que, a veces, pensamos que nos hará felices. En lo profundo del corazón hay una certeza y una seguridad de que el Señor ya ha puesto su mirada sobre uno mismo y sabe que puede fiarse totalmente. Recibir una llamada como esta pone la vida patas arriba y lleva a buscar la verdad en el amor y la permanente entrega a Dios y a los hermanos.

N.H. Rvdo. Sr. D. Andrés Ybarra Satrústegui, Director Espiritual

 

Carta pastoral del Sr. Arzobispo

Queridos hermanos y hermanas:

El domingo IV de Pascua, que hoy celebramos, es conocido como el domingo del Buen Pastor. El evangelio nos presenta a Jesucristo como el pastor que llama y reúne a sus ovejas, las conoce por su nombre, las cuida, guía y conduce a frescos pastizales, busca a la oveja perdida y, en su inmolación pascual, da la vida por sus ovejas, siendo al mismo tiempo modelo y espejo de los pastores de la grey que Él adquirió con su sangre.

En este domingo celebramos también la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. En ella se nos recuerda que, en la tarea salvadora que nace del misterio pascual, el Buen Pastor necesita colaboradores. A través de humildes instrumentos humanos, el Señor ha de seguir predicando, santificando, perdonando los pecados, sanando las heridas físicas y morales, consolando a los tristes, enseñando a los ignorantes y acompañando a quien se siente solo y abandonado. Son las distintas vocaciones que el Espíritu suscita en su Iglesia para seguir cumpliendo la misión del Buen Pastor, viviendo como Él en castidad, pobreza y obediencia, al servicio del Pueblo de Dios.

En esta Jornada damos gracias a Dios por la vida y el testimonio de tantos sacerdotes y consagrados, que en el ministerio pastoral, en la oración, el trabajo y el silencio del claustro, en el servicio a los pobres y marginados, en el acompañamiento a los enfermos y ancianos y en la escuela católica están gastando generosamente su vida al servicio de Dios y de sus hermanos. Es incalculable la riqueza que aporta a la Iglesia el don del ministerio sacerdotal y de la vida consagrada en sus múltiples carismas e instituciones. Que en esta Jornada y siempre les acompañemos con el afecto y la oración para que sean fieles a la llamada recibida y el Señor nos conceda muchas, santas y generosas vocaciones para gloria de Dios y bien de la Iglesia.

Consciente de que la oración es el alma de la pastoral vocacional, invito a todos los fieles de la Archidiócesis a pedir insistentemente, hoy y todos los días, "al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies" . Os pido también que os impliquéis en esta pastoral, que es tarea de toda la comunidad cristiana, especialmente de los sacerdotes, consagrados, catequistas, educadores y padres. Las familias cristianas han sido siempre el manantial del que han surgido las vocaciones. Un clima familiar sereno, alegre y piadoso, iluminado por la fe, en que se acoge y celebra el don de la vida, y en el que se vive la comunión y la unidad entre sus miembros, favorece el florecimiento vocacional. De ahí la relación estrecha entre la pastoral vocacional y la pastoral familiar.

Me dirijo ahora a los sacerdotes y consagrados de nuestra Archidiócesis, a quienes urge antes que a nadie esta pastoral preciosa. Invitad a los jóvenes a plantearse su futuro vocacional, orad con vuestras comunidades por las vocaciones, y sobre todo, procurad que vuestra vida sencilla, entregada, pobre, casta y alegre, suponga una invitación tácita para que muchos jóvenes se decidan a seguir nuestra vocación.

No puedo concluir sin decir una palabra a los jóvenes de nuestra Archidiócesis. Queridos jóvenes: Estáis viviendo una etapa trascendental, en la que tratáis de diseñar vuestro futuro. Yo os propongo un camino apasionante y fecundo para vuestra realización personal: seguir a Jesús en el sacerdocio o en la vida consagrada. Como san Pablo después de su conversión, preguntad también vosotros al Señor: "¿Qué quieres que haga?", ¿qué quieres que haga con la vida que me has regalado?, ¿qué quieres que haga por Ti?, y mostradle vuestra entera disponibilidad, sin planes previos y con una gran confianza.

Un amigo de Jesús no organiza su existencia sin contar con el Señor. Las grandes decisiones sobre nuestro futuro hemos de tomarlas con Él, con espíritu de fe, obediencia y amor, arriesgándonos a ponernos a su alcance para que Él tome y conquiste nuestra vida, la convierta, posea y oriente al servicio del Evangelio, de la Iglesia y de los hermanos. Esta es la única forma de no equivocarse y acertar en un asunto tan importante. Esta es la puerta estrecha que da acceso a la felicidad, de la mano del Señor y guiados por su Espíritu. Es la mejor forma de emplear la vida, dignificada por la llamada del Señor, guiada y poseída por Él, y abierta a los hermanos con su mismo amor.

Él nos ha dicho que "no hay amor más grande que el de aquel que da la vida por sus amigos". Él ha prometido recompensar con el ciento por uno a quien entregue su vida por Él y por el Evangelio. A Él le pido que os conceda corazón generoso, oído de discípulo y labios de mensajero para que Cristo sea conocido y amado.

Para vosotros y para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla

 

 

Lectura del Evangelio: Miércoles III Semana de Pascua

FIESTA DE SANTA CATALINA DE SIENA (PATRONA DE EUROPA)

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (1,5-2,2):

Os anunciamos el mensaje que hemos oído a Jesucristo: Dios es luz sin tiniebla alguna. Si decimos que estamos unidos a él, mientras vivimos en las tinieblas, mentimos con palabras y obras. Pero, si vivimos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos unidos unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia los pecados. Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no somo sinceros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos mentiroso y no poseemos su palabra. Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.

Palabra de Dios

Salmo Sal 102,2.3-4.8.10

R/. Bendice, alma mía, al Señor.

Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. R/.

Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura. R/.

El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo. R/.

Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles; porque él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro. R/.

Pero la misericordia del Señor dura siempre, su justicia pasa de hijos a nietos, para los que guardan la alianza. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,25-30):

En aquel tiempo, exclamó Jesús: "Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera".

Palabra del Señor

COMENTARIO

Celebramos en el día de hoy la Fiesta de Santa Catalina de Siena. Fue una santa que desde su infancia y juventud ya sentía un enorme amor por el Señor. Constantemente buscaba momentos para quedarse a solas con Él. Una experiencia importante en su vida constituyó la contemplación de la Pasión de Cristo. Tanto es así que recibió en su cuerpo las llagas del Señor, muriendo muy joven en Roma.

Dios es luz sin tiniebla alguna, dice hoy la primera lectura. Dios es luz y hace vivir en la luz a quienes le siguen y le dan el corazón. La gracia que Dios da ilumina, conforta, construye, etc. Quien conoce al Señor experimenta en su propia vida una luz enorme que tiene que ver con una claridad concreta y particular. La luz que Dios regala es la luz de saber lo que soy, lo que quiero hacer, lo que me ayuda a crecer y lo que me aparta del camino de la verdad y autenticidad que todos buscamos. La luz del Señor tiene que ver con la paz de sentirse hijo, de sentirse en el camino, de saber que la vida tiene un sentido y que lo tiene en la medida en que me dejo iluminar por el Señor que me creó para sí. La luz de saber que voy creciendo en solidez cuando me dejo hacer por un amor que he descubierto y del que me fio en totalidad. Todo esto transforma la vida, por eso, no podemos vivir en la luz si nuestros actos contradicen todo esto. Dios quiere hacernos luz y nosotros caminamos en tinieblas. Y dice el apóstol que no podemos decir que conocemos a Dios si vivimos en tinieblas. O no lo conocemos, o no nos importa lo suficiente.

De todas formas, el mismo apóstol sabe que podemos caer. En la misericordia, en el arrepentimiento, en el deseo de mejora está la puerta de nuestra salvación. Sólo cuando nos abrimos a la luz de la ternura de Dios, de su abrazo que repara y rehace, sólo cuando reconocemos que lejos del Señor no soy nadie, pero Él me sigue queriendo y me perdona, es cuando se fortalece nuestra opción por Él. Dios responde con amor porque no puede dejar de ser fiel a sí mismo y ser fiel con nosotros. Él siempre nos ama. Somos nosotros los que nos cerramos y caminamos a nuestro aire.

El Señor en el evangelio, da gracias al Padre ante la alegría que traen los discípulos después de estar anunciando el evangelio. Vienen contentos por todas las cosas que se han producido. Realmente ven la fuerza de la palabra de Dios, el eco que la gracia de Dios tiene en el corazón de quien les escucha y se ponga a tiro. Dios nos sorprende, nos sobrepasa y nos hace sentir muy pequeños cuando somos conscientes de que Él está actuando a través de nuestra pobreza. Por eso, Jesús da gracias al Padre, porque son los sencillos, los pobres, los que están recibiendo la mejor de las noticias. Ellos son la prioridad del anuncio del evangelio. Son los primeros para el Padre bueno. Los que no valen a los ojos del mundo, sin embargo, son los primeros para Dios y se sienten dichosos por ello. Los discípulos se alegran viendo cómo Dios entra en el corazón de quienes se abren con sinceridad al anuncio del evangelio y experimentan así que sus vidas tienen sentido y horizonte para seguir creyendo e ilusionarse con Quien, sin poder dar nada a cambio, ha apostado tanto por ellos y los ha llenado de vida.

Jesús es el descanso del hombre. Jesús se interesa por todos nosotros y está dispuesto a ayudarnos en la tarea de llevar hacia delante todo lo que tiene que ver con nuestra vida ("Venid a mí...") El cansancio y el agobio son causados por buscar la paz y la alegría donde no se encuentran. Sólo Jesús alivia nuestro cansancio provocado por nuestro pecado, por nuestra mentira, por querer vivir lejos de lo que nos hace crecer. El peor cansancio es el provocado por no vivir en nuestra verdad. Muchas veces, sentimos vacíos profundos que no somos capaces de identificar bien. En ocasiones, parecen no tener causa conocida. Estos vacíos hablan de la necesidad de llenar de Dios nuestra vida. Nos cansa mucho y nos deja sin vida, vivir sin saber para qué, sin tener metas, sin saber que soy maravillosamente amado por Dios. El Señor te pide que te acerques a Él, que te dejes atrapar por Él y le pongas en tu vida.

Por eso, el yugo y la carga de Jesús no son pesados, todo lo contrario. La humildad y la sencillez nos hacen ponernos en nuestro sitio, en nuestro lugar. Sólo cuando reconozco y acepto que en Dios se halla mi fuerza y mi salvación, sólo cuando descubro que mi felicidad depende de hacer mía la forma de ser de Cristo, sólo cuando estoy dispuesto a dejar de lado lo que me esclaviza en mis deseos de ser de verdad, es cuando me libero del peso de la mentira y me doy cuenta de la luz, la alegría y la felicidad que Jesús trae a mi vida.

N.H. Rvdo. Sr. D. Andrés Ybarra Satrústegui

Director Espiritual

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Antigua y Fervorosa Hermandad de la Santa Cruz y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Misericordia y Nuestra Señora de la Piedad, Patriarca Bendito Señor San José y María Santísima de la Caridad en su Soledad

 

 

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